domingo, 30 de marzo de 2008

Responsabilidad educadora

Una de las primeras cosas que aprenden quienes estudian Pedagogía, es que la acción de educar no es exclusiva de la escuela, ni siquiera de la escuela y la familia juntas, que la sociedad toda y sus líderes visibles tienen una gran fuerza formadora, o deformadora, claro.Pero esa acción no es planificada, no es intencional, simplemente está allí y se produce por acción de presencia. Por eso, cada vez que alguien para obtener una nota, un certificado, un título, lo hace copiando o presentando con su nombre el trabajo de otro, el mensaje es que no importa lo que se sabe sino el documento que lo demuestra.Cada vez que alguien conoce un hecho de corrupción y se calla o da una coima o abusa de su influencia para obtener algo, el mensaje que se transmite es que no hace falta cumplir los requisitos, ni esperar turnos, que el dinero y las “palancas” lo pueden todo. Cuando las personas que tienen notoriedad, merecida o no, son prepotentes, irrespetuosas y hacen alarde de sus bienes o de su capacidad de insultar y ofender a los demás, van creando un modelo que confunde el verdadero valor con la apariencia y la habilidad para ganar con argumentos con la velocidad en que pueden proferir ofensas.Cuando se irrespetan las leyes y más cuando lo hacen autoridades que tienen la obligación no solo de cumplirlas sino de hacerlas cumplir, lo que se está enseñando es que para conseguir algo no hay límites y que no importa lo que haya que pisotear e irrespetar.Y así poco a poco se va debilitando la conciencia moral y deformando y corrompiendo el entramado social, que termina por considerar lícito lo ilícito, justo lo injusto, verdadero lo aparente.Educar es pues, una gran responsabilidad colectiva, mayor para los líderes visibles de una comunidad, pues son ellos los que marcan la pauta y se convierten en modelos a imitar. Sin embargo, cuando medimos el éxito o el fracaso de estos líderes, solo nos fijamos en lo cuantificable y mensurable que, en algunos casos, podría ser hasta inversamente proporcional a su contribución al verdadero desarrollo del ser humano y a la calidad de las relaciones en el entramado social. Quizás el ejemplo más claro de esto es el que han dejado algunas dictaduras que lograron éxito económico, pero dejaron profundas heridas en la dignidad humana, pues negaron la libertad y la justicia.En un panorama así, la responsabilidad de los educadores conscientes de su papel, los padres, las madres, los maestros y las maestras, es mayor, pues su tarea debe llevarlos a preparar a niños y jóvenes para resistir la influencia del medio y para diferenciar a los auténticos líderes de los que parecen serlo. La de todos es asumir que todos somos educadores de todos.

Nila Velázquez nvelazquez@eluniverso.com
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